Queridos hijos, aquí les traigo esta carta para echarles el cuento de mi vida como mamá de ustedes, antes de ustedes yo tuve una vida, una muy chévere, sin compromisos, sin horarios y a veces sin sabor, dormí en varias camas (esto no le gustara a mamá y papá) viví, me reí, lloré, me enamoré, me despeché, me equivoqué, aprendí y sentí la libertad de ser y hacer, me pensé ocupada y sin tiempo (jijijiji, que ingenua), luego llegaron ustedes, y de cada uno aprendí lecciones importantes para mí.
"Con el primer hijo te desbarrancas, te entregas y te olvidas de ti" (a mí me paso, pero no es una regla), cosa normal cuando conoces el amor, y entonces a medida que crece aprendes otra cosa, a soltar y dejar volar al pajarito encerrado en la jaula, aprendes a no tener siempre la razón, y a ver la inocencia en los ojos de cualquier niño que veas sin importar dónde este.
Aprendí la humildad, y lo que la palabra responsabilidad quiere decir, aprendí la paciencia y la tolerancia, entender que tendrías derecho a decidir a pesar de mi opinión (todavía trabajo en esto, lo confieso)
"Al segundo lo sueltas más, y ya te sabes la película"(jejejeje, No, la verdad no fue así) lo único que solté con el segundo fueron algunos miedos, y el cepillo de peinar, también solté el "control" que siempre queremos tener las mamás, aprendí a caminar más despacio, a entender que no me las sabía todas, a investigar, a seguir mi instinto, a tener criterio para evaluar la urgencia de las cosas (casa menos ordenada y limpia) a reconocer la ternura y a enfrentarme a mí misma cuando soy muy severa.
Me enamoré nuevamente, entonces entendí que en el corazón de una madre siempre hay amor, compasión y cobijo, además, le agarre el sabor a la comida fría (odiada por mí desde siempre), a las madrugadas eternas y a levantarme más temprano que el sol, me olvide de la tristeza, aprendí a tener esperanza y lo que la palabra fe quiere decir.
Aprendí otra forma de ser, donde no siempre tengo la razón, donde agradezco siempre el sabor que le ponen a mis días y sobrellevo mi desastre por querer hacerlo todo a la vez, saliendo ilesa algunas veces, y otras más saliendo sin maquillar y con los pelos parados (péinense coño, por favor).
Espante mis malos hábitos, le cerré la puerta al odio, la rabia, y toda aquella mala vaina que quisiera entrar a conocerlos.
Y bueno nada, que sepan que los amaré siempre, y que me esfuerzo, y aunque reconozco que a veces soy muy mamarracha para algunas cosas, todo lo entregado es con amor sincero, que nunca, nunca jamás pedirá factura ni compensación, más que esa sonrisa con olor a papelón.
Gracias por hacerme mamá, gracias a eso hoy yo soy más feliz.
"Con el primer hijo te desbarrancas, te entregas y te olvidas de ti" (a mí me paso, pero no es una regla), cosa normal cuando conoces el amor, y entonces a medida que crece aprendes otra cosa, a soltar y dejar volar al pajarito encerrado en la jaula, aprendes a no tener siempre la razón, y a ver la inocencia en los ojos de cualquier niño que veas sin importar dónde este.
Aprendí la humildad, y lo que la palabra responsabilidad quiere decir, aprendí la paciencia y la tolerancia, entender que tendrías derecho a decidir a pesar de mi opinión (todavía trabajo en esto, lo confieso)
"Al segundo lo sueltas más, y ya te sabes la película"(jejejeje, No, la verdad no fue así) lo único que solté con el segundo fueron algunos miedos, y el cepillo de peinar, también solté el "control" que siempre queremos tener las mamás, aprendí a caminar más despacio, a entender que no me las sabía todas, a investigar, a seguir mi instinto, a tener criterio para evaluar la urgencia de las cosas (casa menos ordenada y limpia) a reconocer la ternura y a enfrentarme a mí misma cuando soy muy severa.
Me enamoré nuevamente, entonces entendí que en el corazón de una madre siempre hay amor, compasión y cobijo, además, le agarre el sabor a la comida fría (odiada por mí desde siempre), a las madrugadas eternas y a levantarme más temprano que el sol, me olvide de la tristeza, aprendí a tener esperanza y lo que la palabra fe quiere decir.
Aprendí otra forma de ser, donde no siempre tengo la razón, donde agradezco siempre el sabor que le ponen a mis días y sobrellevo mi desastre por querer hacerlo todo a la vez, saliendo ilesa algunas veces, y otras más saliendo sin maquillar y con los pelos parados (péinense coño, por favor).
Espante mis malos hábitos, le cerré la puerta al odio, la rabia, y toda aquella mala vaina que quisiera entrar a conocerlos.
Y bueno nada, que sepan que los amaré siempre, y que me esfuerzo, y aunque reconozco que a veces soy muy mamarracha para algunas cosas, todo lo entregado es con amor sincero, que nunca, nunca jamás pedirá factura ni compensación, más que esa sonrisa con olor a papelón.
Gracias por hacerme mamá, gracias a eso hoy yo soy más feliz.
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