Bajo un formato de revolución pacifica como lo es la nuestra, la palabra es un arma, el mensaje, el discurso, entendiendo que con esto no solo difundimos e informamos sino que además mostramos al expectante el camino para materializar las luchas.
Nuestro mensaje tiene lógica discursiva o por el contrario es reaccionario y espera el golpe para responder, tenemos iniciativa o somos pasivos ante las realidades, ese es un buen comienzo para revisarnos, desde el que decimos, como lo decimos y a quien se lo decimos, mas allá de lo panfletario nuestra palabra debe ser una herramienta más para la batalla.
Se hace urgente entonces una renovación, la integración de nuevos códigos y elementos para poder conectarnos inclusive con quienes no comparten nuestras idas políticas, para eso es necesario sincerar algunos elementos, además interpretar lo que es oportuno y relevante difundir y como difundirlo.
Este momento histórico nos demanda radicalizar las ideas y suavizar el discurso, entendiendo que solo así nuestros iguales comprenderán que en la batalla que se nos presenta debemos defender todos nuestra patria, nuestros interlocutores entonces deben contar con todos los elementos necesarios para convertir cualquier hecho noticioso en un ancla para esa esperanza.
Comenzar a disipar la lucha es la principal estrategia de nuestros adversarios y para esto cuentan con un repertorio que aborda al público desde lo noticioso hasta llegarles con el humor, acostumbramos a enfocar nuestro discurso en preguntarnos porque lucha la derecha y nos diluimos para mostrar nuestras razones para luchar, lo importante en este nivel de la batalla es mostrar todo lo avanzado y conquistado, así como todo lo que nos falta aun por lograr, para seguir venciendo.
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