La cosa fue así, fuimos el marido que aunque no atiende su relación estaba confiadísimo en que su mujer jamás voltearía a ver a otro, y mucho menos otro voltearía a verle a ella, y un buen día la mujer le confiesa no solo que tiene un amante sino que además se va a ir a vivir con él porque cree que se enamoró, entonces el marido herido la culpa, la rechaza, la enjuicia, y jamás se revisa para entender su cuota de responsabilidad en el hecho.
Somos la mujer terca que no quiere comprender que debe rectificar sus acciones si desea que su marido, huido con la amante regrese y sean pareja nuevamente, somos esa confiada y confiado que no se encargó de nutrir a fondo la relación, que la abandono, sin decirlo explícitamente, y que además no reconoce sus fallas en medio de la confusión y la ira que siente, sino que descarga toda la "culpa " en el contrario, el pueblo.
Ahora ¿cómo dejar esa postura de víctima al mejor estilo de "yo que todo te lo he dado"?, podríamos comenzar por reconocer que si fallamos, ¡coño porque si fallamos!, somos humanos, nadie es infalible, lo bueno de equivocarse es la oportunidad de rectificar sobre ese error y no regodearse en el mismo pensando " pobre de mí, yo sí que te quería", y eso que te di casa, canaima, taxi patria y etc., humildemente pienso, está bien hicimos todo eso, pero el hecho concreto de hacer el acto de magia para que aparecieran los pañales y la harina para las arepas no lo hicimos, y no lo hicimos porque más allá de repetir que esta es una guerra económica nunca tuvimos una política central de explicar y replicar a todos los niveles quienes eran las caras y responsables de esa guerra económica.
Así como la vida misma es esta etapa política que nos toca hoy en día, se convierte esta misiva en el llamado a deponer la actitud de superioridad encarnada en la postura de " se vendieron por una harina pan, y un aceite", aquí lo que paso es que no podemos medirlos a todos y todas por nuestra propia capacidad de resistencia en momentos adversos, Sino seriamos iguales al marido que no rectifica su error para recuperar a su mujer, o la mujer martirizada, porque ella es tan buena y el marido tan malo que no la supo valorar, se hace urgente comprender que nada ganamos enfilando las baterías a fusilar a los y las votantes por el cambio con expresiones de "pero tenemos cambio" al contrario desaprovechamos la oportunidad de desmontarles el discurso del cambio que no es cambio nada.
Lo necesario en este momento entonces es, moralizarnos, escucharnos, entendernos, aceptarnos, rectificar y avanzar, retomar el rumbo hacia Chávez y esa ¡unidad, lucha batalla y victoria!
Somos la mujer terca que no quiere comprender que debe rectificar sus acciones si desea que su marido, huido con la amante regrese y sean pareja nuevamente, somos esa confiada y confiado que no se encargó de nutrir a fondo la relación, que la abandono, sin decirlo explícitamente, y que además no reconoce sus fallas en medio de la confusión y la ira que siente, sino que descarga toda la "culpa " en el contrario, el pueblo.
Ahora ¿cómo dejar esa postura de víctima al mejor estilo de "yo que todo te lo he dado"?, podríamos comenzar por reconocer que si fallamos, ¡coño porque si fallamos!, somos humanos, nadie es infalible, lo bueno de equivocarse es la oportunidad de rectificar sobre ese error y no regodearse en el mismo pensando " pobre de mí, yo sí que te quería", y eso que te di casa, canaima, taxi patria y etc., humildemente pienso, está bien hicimos todo eso, pero el hecho concreto de hacer el acto de magia para que aparecieran los pañales y la harina para las arepas no lo hicimos, y no lo hicimos porque más allá de repetir que esta es una guerra económica nunca tuvimos una política central de explicar y replicar a todos los niveles quienes eran las caras y responsables de esa guerra económica.
Así como la vida misma es esta etapa política que nos toca hoy en día, se convierte esta misiva en el llamado a deponer la actitud de superioridad encarnada en la postura de " se vendieron por una harina pan, y un aceite", aquí lo que paso es que no podemos medirlos a todos y todas por nuestra propia capacidad de resistencia en momentos adversos, Sino seriamos iguales al marido que no rectifica su error para recuperar a su mujer, o la mujer martirizada, porque ella es tan buena y el marido tan malo que no la supo valorar, se hace urgente comprender que nada ganamos enfilando las baterías a fusilar a los y las votantes por el cambio con expresiones de "pero tenemos cambio" al contrario desaprovechamos la oportunidad de desmontarles el discurso del cambio que no es cambio nada.
Lo necesario en este momento entonces es, moralizarnos, escucharnos, entendernos, aceptarnos, rectificar y avanzar, retomar el rumbo hacia Chávez y esa ¡unidad, lucha batalla y victoria!
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