viernes, 29 de octubre de 2021

Desechable

 No amen a este mundo ni las cosas que les ofrece, porque cuando aman al mundo no tienen el amor del Padre en ustedes.

1 Juan 2:15 NTV 

El desafío del creyente es cada vez más complejo, aprender a manejarse en medio de una sociedad corrompida sin valores ni principios, rodeados de todo lo que el hombre auto establece como "justicia", "normalidad" y "Bueno", apartados de todo lo que Dios es y significa.

Lo que nos lleva a pensar que en realidad hay quienes creen que los seres humanos somos descartables, con una caducidad, una fecha de vencimiento. La desarticulación del hombre con su creador le ha costado heridas donde la falta de perdón, la soberbia y el orgullo le han llevado cada vez más lejos de la esencia natural para la cual fue diseñado.

Sin embrago, en su misericordia el señor ha establecido que su voluntad es que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento. 

Las malas decisiones del hombre le han llevado a alejarse una y otra vez de la comprensión verdadera de las relaciones humanas, cosificando regalos preciados como lo son, la amistad, la familia y el amor; siendo reemplazados por transacciones alejadas de todo real sentimiento y compromiso como muestra de su profundo egoísmo.

Es justo aquí donde es evidente la gracia, puesto que ninguna de nuestras mejores buenas obras pueden hacer algo para cambiar la perspectiva ensimismada de nuestro entorno, donde somos nuestro propio Dios, el propio juez que determina hasta dónde está bien algo o no, sin considerar, claro está, lo que ya estableció el padre como permitido o no para el hombre.

Sin una verdadera relación consiente con Cristo, jamás seremos capaces de entender nuestra condición de pecadores y nuestra necesidad de él, negaremos sus verdades tanto como nos sea posible, al no ser compatibles con nuestra elección de estar de espaldas a Dios.

Quizás algunos tendrán la dicha de clamar a Dios en el minuto 90 de nuestro partido por la vida, clamaran al Dios que intento hablarles siempre y que ignoraron a conveniencia, la pregunta incómoda será, ¿Sabremos en nuestra arrogancia cual será ese minuto que marque la diferencia para nuestra eternidad?

Y mientras el reloj corre sin parar, y al despertar seguimos pensando que merecemos y no que debemos agradecer.




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